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¿Qué es el “Gran Israel” de Netanyahu?

El concepto del “Gran Israel” ha vuelto a ocupar titulares en la política internacional tras las recientes declaraciones de Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, quien se refirió a este proyecto como una “misión histórica y espiritual”. Para comprender el alcance de estas palabras y su impacto en la región, es necesario revisar el origen de la idea, su interpretación actual y las consecuencias que conlleva.


Históricamente, el término “Gran Israel” (en inglés, Greater Israel) proviene de interpretaciones bíblicas, particularmente de un pasaje del Génesis que describe la tierra prometida a los descendientes de Abraham como el territorio comprendido “desde el río de Egipto hasta el Éufrates”. A lo largo del siglo XX, esta visión trascendió del plano religioso al político. Durante la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel ocupó vastas zonas como Cisjordania, Gaza, el Sinaí y los Altos del Golán, lo que reavivó en ciertos sectores la idea de expandir sus fronteras más allá de los límites reconocidos internacionalmente.


En la actualidad, el concepto ha sido retomado por corrientes ultranacionalistas dentro de Israel, algunas de las cuales lo interpretan como un proyecto que abarcaría no solo los territorios palestinos ocupados, sino también partes de países vecinos como Jordania, Líbano, Siria, Egipto e incluso áreas de Irak y Arabia Saudí. Netanyahu, al alinearse con esta visión, se coloca en sintonía con figuras de su gobierno como Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, que en más de una ocasión ha mostrado mapas de un Israel expandido hasta Damasco, generando gran preocupación en la comunidad internacional.


Las declaraciones del primer ministro han tenido un eco inmediato en el mundo árabe. Países como Jordania, Egipto e Irak, así como la Liga Árabe, han denunciado estas posturas como una amenaza directa a la soberanía regional y un obstáculo insalvable para la paz en Oriente Medio. La indignación no es menor: aceptar un “Gran Israel” significaría renunciar a la posibilidad de un Estado palestino independiente, ya de por sí debilitado por la expansión constante de asentamientos y planes urbanísticos como el de la zona E1, que fragmentan Cisjordania y hacen inviable su continuidad territorial.


En el plano interno, la visión de Netanyahu no está exenta de críticas. Analistas y sectores de la oposición señalan que más que un plan político concreto, se trata de un discurso ideológico destinado a fortalecer su base de apoyo entre votantes ultrarreligiosos y nacionalistas. Desde esta óptica, el “Gran Israel” es más una narrativa movilizadora que un proyecto factible, ya que implicaría choques directos con países vecinos, tensiones con aliados internacionales y un costo político y militar de enormes dimensiones.


No obstante, incluso como retórica, sus efectos son palpables. Al legitimar un ideario expansionista, se refuerza la política de hechos consumados en el terreno: nuevas colonias, demolición de viviendas palestinas y anexiones de facto que reducen cada vez más las posibilidades de una solución basada en dos Estados. En este sentido, la idea del “Gran Israel” no solo se proyecta como un sueño nacionalista, sino también como una herramienta de poder con consecuencias directas sobre millones de personas.


En conclusión, el “Gran Israel” de Netanyahu representa la convergencia entre religión, ideología y política, un concepto que resuena en la identidad histórica de Israel pero que choca de frente con la realidad geopolítica contemporánea. Más allá de si se trata de un proyecto alcanzable o de una declaración simbólica, sus efectos ya se sienten en el terreno, donde la paz se aleja y la tensión se multiplica. El debate sobre el “Gran Israel” no es únicamente una discusión sobre mapas y fronteras: es un reflejo de cómo las visiones del pasado siguen moldeando los conflictos del presente en Oriente Medio.

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