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El nuevo mapa geopolítico de Oriente Próximo: un tablero en transformación

Oriente Próximo atraviesa una reconfiguración geopolítica de gran alcance tras el colapso del denominado Eje de la Resistencia, encabezado por Irán y sostenido por Siria, Hezbollah, Hamás y los hutíes en Yemen. La caída del régimen de Bashar al Asad en Damasco, que hasta ahora funcionaba como pieza logística clave para Teherán, ha debilitado de manera significativa la influencia iraní en la región y obligado a sus aliados a replegar posiciones. Hezbollah ha reducido su presencia en el sur del Líbano, mientras que Siria ya no opera como corredor militar estratégico hacia el Mediterráneo.


En paralelo, Israel ha consolidado un papel sin precedentes como potencia operativa regional. Con operaciones simultáneas en Gaza, incursiones en el sur del Líbano, ataques a posiciones en Yemen y acciones directas en Siria, el Estado israelí se ha afirmado como actor central, sin que exista hasta ahora una respuesta coordinada por parte de los países árabes. Este ascenso, sin embargo, está acompañado de una firme negativa a aceptar la creación de un Estado palestino o a retirarse de las zonas ocupadas en Siria, como ha reiterado recientemente el gobierno de Tel Aviv.


Al mismo tiempo, emergen nuevas alianzas y corredores estratégicos que reconfiguran las dinámicas de poder. El Indo-Abrahamic Alliance (I2U2) integrado por India, Israel, Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos busca articular un bloque de cooperación en seguridad y tecnología, mientras el Corredor Económico India–Medio Oriente–Europa (IMEC) proyecta una ruta de conectividad que uniría los puertos indios con Europa a través de Arabia Saudí y los Emiratos, situando a Israel como nodo logístico fundamental.


Los equilibrios regionales también se ven influidos por las aspiraciones de Turquía, Catar y Arabia Saudí. Ankara mantiene una política dual, con capacidad de mediación tanto hacia Rusia como hacia Occidente, al tiempo que fortalece su posición en el norte de Siria. Catar se ha afianzado como mediador diplomático clave, mientras que Riad, aunque busca preservar su liderazgo en el mundo árabe y contener la influencia iraní, ha frenado la plena normalización de relaciones con Israel ante la negativa israelí de reconocer un Estado palestino.


En el plano global, la ampliación de los BRICS con la incorporación de Irán, Egipto y Emiratos Árabes Unidos confirma el giro hacia un escenario multipolar en el que Oriente Medio adquiere un peso creciente. Rusia, por su parte, refuerza sus vínculos energéticos y militares con Teherán, mientras que Washington traslada parte de su foco estratégico al Indo-Pacífico, delegando mayor responsabilidad en sus aliados regionales.



En conclusión, Oriente Próximo vive un momento de redefinición estratégica: el declive del Eje de la Resistencia, el protagonismo militar israelí y la irrupción de nuevas alianzas económicas y políticas están configurando un tablero multipolar más dinámico e inestable, en el que cada actor busca asegurar su espacio en medio de la fragmentación del orden regional tradicional.

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